miércoles, 17 de agosto de 2011

Viajando por el desierto peruano

El desierto es el paisaje más hipnotizador que visto en mi vida, da miedo y paz  a partes iguales dependiendo del estado emocional en el que se encuentre el viajero que lo contempla. Quizás sea esa la razón por la que me embelesa. Contemplando las dunas amarillas de Ica por momentos quería regresar a la ciudad ante el temor de perderme allí. Creo que son preguntas que se le pasa por la cabeza a todo el que ha viajado al desierto: ¿Qué haría si me pierdo aquí? ¿podría llega a la ciudad sin morir de sedEl instinto de supervivencia empieza a funcionar, la dopamina se activa y cuándo has acabado el viaje sólo piensas en regresar otra vez.

Para llegar hasta las dunas cogímos un buggy en la Huacca China, pequeños oasis entre las dunas, y que hoy está rodeado de tiendas, hoteles y restaurantes turísticos. Sí, recontraturístico que dirían los peruanos, pero merece una visita porque también tiene una zona popular  dónde la gente del lugar va a sofocarse del calor y a practicar el sandboard. El agua está verde, sucia y estancada, con papeles y objetos no identificados flotando cerca de la orilla, no verás a pulcros occidentales meterse dentro, pero no será por faltas de ganas. El  invierno aquí  es de 30 grados, y por una vez sentí que estaba viviendo el verano de España.

El  buggy nos paseó por las dunas durante 20 minutos a una velocidad que no quiero saber. La más alta montaña rusa del mundo es un tiovivo al lado de la experiencia de montar en estos coches. Sólo pensar que ese trasto pudiera volcar a la velocidad a la que iba, ya me ponía el corazón a mil por hora. Cuando paramos diez minutos para ver el paisaje, aún se me salía por la boca. Pero sólo por llegar hasta allí arriba y contemplar las dunas, ya había merecido con creces la pena el sobrevivir a ese pánico.

El horizonte estaba dividido por una nítida línea que separaba la arena amarilla del cielo. Fue contemplarlo y querer morir allí mismo, me tiré en la arena y besé el suelo, ese suelo siempre es puro, nunca pisarás la misma arena dos veces porque ésta está siempre en continúo movimiento.

Reserva de Paracas
El día anterior ya habíamos visto huir ante nuestra presencia a los flamencos rojos y blancos inspiradores de la bandera peruana, en al Reserva de Paracas. Hicimos la excursión con un simpático guía peruano y un niño, el cual no sabría precisar si era su nieto o su hijo, pero que hizo las delicias  de todos los que viajamos con él. En la reserva de Paracas pude ver todos los colores que puede tener el desierto, rojo, gris, marrón, rojo... escuché atentamente el ruido de las olas. Con sólo mirar su devenir ya te hacían tambalear de vértigo. 

No habían pasado ni 24 horas de nuestra experiencia en Ica, y mis ojos ya estaban contemplando el tercer y último paisaje desértico de nuestro viaje, el de Nazca.
Allá fuimos con la intención de contemplar desde algunos miradores las inescrutables líneas y dibujos trazados en las pampas de Jumana en pleno desierto. No era gran cosa lo que podías ver desde esa altura, porque para disfrutarlas en toda su inmensidad, tienes que coger uno de esos vuelos que en temporada alta cuestan 120 $ para turistas. Decidimos no hacerlo y “conformarnos” con las vistas de los miradores. Esta elección no pudo ser mejor.

En algunos momentos de mi vida he visitado lugares dónde he sentido ciertas sensaciones que han transformado a ese lugar en algo significativo para mí. Yo les he puesto la etiqueta de "místicos", por lo que de espiritual y contemplativo tiene el término, omitiendo lo esotérico y todo sentido religioso.
Los alineamientos de Carnac en la bretaña francesa, la catedral de Gante en Bélgica o la de Chartes en Francia son algunos de estos lugares en los que me he sentido especialmente bien. Ahora le sumo el del desierto de Nazca. Hay muchas teorías sobre el porqué los hombre que habitaban esa zona hace 2000 años decidieron realizar esas líneas casi perfectas, y unos dibujos que hoy parecieran hechos por una mano infantil. Algunas de estas teorías son tan bizarras como que fueron hechas por extraterrestres o para comunicarnos con ellos.

Haya dibujos o no, debajo de esas tierras se encuentran las placas tectónicas de Nazca y la Americana que friccionan a menudo produciendo pequeñísimos movimientos de tierra que liberan la energía acumulada en ella, lo que la convierte en una zona de gran energía magnética. Está claro que la cultura Nazca tuvo los medios suficientes como para conocer este hecho. Estas líneas y dibujos no fueran realizadas en ese lugar al azar.

El tercer y último mirador al que fuimos no eran si no dos montículos desde los cuales podías divisar docenas de líneas perfectas. El espectáculo visual que el paisaje ofrecía  era tal, que el ruido de los coches que pasaban por la carretera panamericana, no enturbiaba en absoluto la sensación de  estar contemplando una “nada” indescifrable en el horizonte.

Me hubiera gustado quedarme durante horas allá arriba. Tal vez lo haga antes de dejar este país.

Líneas de Nazca


Me gustó el desierto por su silencio y porque representa la ausencia de todo, porque subida en lo alto de un montículo puedes percibir la redondez de la tierra, y porque sé que algún día todo resto de suelo fértil y húmedo desaparecerá para convertirse en aridez.  

Desierto de Nazca


Cementerio ilegal a las afueras de Ica

Dunas de Ica


Si quereis saber más sobre que lugares maravillosos podeis conocer en Perú visita estos post:

Las noches heladas de Caylloma

Caminando por las Lomas de Mangomarca

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